jueves, 27 de noviembre de 2008

Olor a bocadillo de chorizo

Son las cinco menos cinco de la tarde, carritos de niño, bocadillos envueltos en papel de aluminio, conversaciones sobre el tiempo, guitarras, bolsas de deporte, carpetas, mochilas, gritos; si efectivamente la salida de un colegio, pero no de cualquier colegio, de mi antiguo colegio.

Hoy he regresado a él, pero ahora como universitaria. Hace exactamente dos año decidí que quería estudiar comunicación en las jornadas de orientación universitaria, y exactamente dos años después estoy yo, delante de unos chicos, explicando en que consiste la carrera de Periodismo y participando en esas jornadas. A veces me pregunto como puede pasar tan rápido el tiempo. Es una clase familiar, la B, pero ahora tan conocida y tan distinta a la vez.

Un intenso olor a bocadillo de chorizo de Pamplona me inunda las fosas nasales, miro a mi alrededor y me doy cuenta de que esa rutina diaria que a penas dos años atrás había abandonado, pero no tengo esa sensación. Intento buscar por todos los medios caras conocidas, sentirme en mi sitio, no sentirme en espacio tan conocido y tan desconocido a la vez. Los niños de cursos inferiores ni me suena, me parecen todos muchísimo más pequeños de lo que yo me sentía a su edad. Pace mentira que todo sea tan distinto después de dos años, pero menos cierto me parece sentirme tan fuera de lugar de un sitio que había sido mi segunda casa.

Pero te das cuenta que lo que te une a ese sitio son las personas con las que conviviste, son tus amigos y que lo seguirán siendo durante muchos años, y todo las experiencias vividas entre esas cuatro paredes, no esas cuatro paredes como espacio físico.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Abandonas el nido

Sí, lo que siempre pensastes que nunca llegaría, llegó. Te toca abandonar tu hogar ,tu ciudad, tu núcleo familiar y trasladarte a otro lugar para empezar una vida nueva. En definitiva, abandonas el nido para encaminarte a algo desconocido, pero con la sensación de que eso es lo que tienes que hacer y estas convencida de ello.


Llegas con a penas una maleta, un flexo, un portátil, un plato y una taza. Te dan una habitación, sabes que 30 chicas de tu misma edad están en tu misma situación. La habitación te parece lo más rancia que has podido pensar; a penas una cama, una mesa y unas estanterías. Piensas: ¿cómo voy a sobrevivir viviendo en este lugar tan inhóspito? Pero entonces un día bajas al chino de abajo llamado Mussa( que harían muchas de las residentes sin Mussa) y te compras Bucktack y el cuarto se inunda de millones de fotografías de toda la gente que has dejado atrás y de toda la gente que estas conociendo en tu nueva etapa de la vida: la universitaria.


Pero pasaron los meses, las estaciones del año, los exámenes y a penas, al final de curso, no cabía un alfiler en esa habitación. La cual al final del curso era tu hogar, tu espacio vital en definitiva y como decía el anuncio de Ikea “la república independiente de tu cuarto”. Al principio de curso llegas con cuatro cositas, todas en el maletero del coche familiar y bien ordenaditas, al final de curso casi casi tienes que contratar un camión de mudanzas.


Algunos de vosotros sabréis perfectamente a lo que me refiero, para otros no será familiar lo que os este contando pero mi propósito es conseguir que paséis un rato agradable con las historias anécdotas o sucesos extraños que ocurren en la residencia universitaria en la cual vivo desde hace un año, es decir aquí ya soy veterana.

Disculpas

Soy consciente de que tengo el blog un poco abandonado, pero poco a poco voy a hacer que este blog cada día este más lleno de contenidos, artículos interesantes y contenidos espectaculares.

Sólo pido un poco de paciencia para poder perfilar la línea editorial de este blog y ofrecer un mejor producto.

Un saludo

domingo, 2 de noviembre de 2008

Culpable

Una calurosa tarde de viento sur de octubre atropellé a un hombre que conducía una moto Burman de gran cilindrada. Él murió en el acto. Yo lo maté.

Mañana se celebra el juicio, la justicia tomará la decisión más oportuna. Casualidad, mañana hace dos años que nació mi hija Clara. Ya tiene dos añitos e igual el próximo cumpleaños me tiene que ir a ver a prisión, por un delito que cometí hace tiempo y que me cambió la vida.


No conocía de nada al hombre que maté. Se llamaba Juan. Por cierto, no me he presentado, yo me llamo Carlos.El trabajaba en un banco y tenía dos hijas de 20 y 16 años. María, la mayor, estudiaba Medicina en Zaragoza; y la pequeña, que se llamaba Carla, estudiaba 4 de E.S.O. Su mujer trabajaba con él en el banco pero en otra sucursal. Eran una familia ejemplar y sin problemas aparentes, o al menos eso daban a entender.


Dos años antes de que Juan muriese, a consecuencia del accidente que yo provoqué, su mujer descubrió que era ludópata. Juan, en el banco, lograba engañar a personas mayores y desviaba fondos usarlos él. Este dinero lo destinaba al juego. Ella se dio cuenta y avisó a la empresa, esta le dio las gracias pero le aseguró que esta situación no podía seguir así. Gracias a que ella había sido muy honrada al confesarlo, el banco no echó a su marido sino que simplemente lo pre-jubiló con 50 años.


La mujer hablo con su marido y ambos decidieron asistir a un asesor matrimonial para salvar su matrimonio. Él además asistiría a un psiquiatra. Decidieron no contarles nada a sus hijas, pero la situación seguía sin funcionar, su matrimonio se desquebrajaba, y ella sabía que no podía abandonarle porque él estaba enfermo a causa de su adicción al juego. La hipoteca les ahogaba y él no había dejado de jugar. Ahora en vez de utilizar el dinero de otros para jugar, utilizaba el de su familia.


Yo, en esa época de mi vida, tenía la misma enfermedad, también era ludópata. Estudiaba empresariales pero mi perdición era el juego. Sólo me importaba ganar dinero y cuanto más mejor. Así que cuando ya no me quedaba más dinero en la tarjeta de crédito de mis padres, me dedicaba a falsear los bonos de comida de mi colegio mayor y así tener liquidez suficiente para jugar. Todos los días, después de comer con mis amigos, me desplazaba en mi coche a otro distrito de la ciudad, en el que no me conociese nadie y así jugar dinero en las maquinas tragaperras. Durante uno de esos desplazamientos, en los que iba ensimismado pensando nuevos y malévolos planes para conseguir más dinero, me salté un semáforo en ámbar y atropellé a Juan.


A lo largo de los años, he descubierto que él se trasladaba a otro punto de la ciudad a hacer lo mismo que yo: Jugar. Nuestras vidas eran paralelas respecto a la enfermedad y se cruzaron en ese maldito cruce. Yo tuve mucha suerte, aunque suene cruel pensarlo e incluso decirlo. Yo salí ileso y el murió por mi culpa.


En un instante fui consciente de que más bajo no se podía caer y me di cuenta de que en el cambio está la evolución. Decidí dejar la carrera e ingresar en un psiquiátrico, porque tenía un problema muy grave. El accidente era la punta de un gran iceberg que debía derretir. Sabía que no iba a ser fácil, pero tenía que conseguirlo.


En el psiquiátrico, me enamoré de mi doctora, ella me ayudó a dar un giro de 350 grados a mi vida. Esto ocurrió hace doce años, ahora tengo 33 años, un trabajo estable y soy padre

Pero la justicia es muy lenta y mañana se celebrará el juicio por un crimen que cometí hace 12 años. No digo que no lo tenga que asumir, pero ya tengo mi vida reconstruida, la cual he logrado formarla con mucho esfuerzo y trabajo, y soy una persona realmente renovada. Lo único que me une a mi anterior vida es ese accidente. A pesar de esto mañana el juez dictará sentencia.




Veinticuatro horas después, el Juez dictó sentencia.


  • A pesar del tiempo que ha pasado las consecuencias perduran, a causa de tu imprudencia en el automóvil Juan no está aquí. Le declaro culpable y tendrá que cumplir dos años de prisión. Se levanta la sesión.

Nuestra respuesta


12h de la mañana, apenas habían pasado de 24h del atentado. Esplanada del edicicio de comunicación, los universitarios comunican a los terroristas su repulsa por el atentado a modo de silencio. Porque nuestra respuesta es el silencio y la vuelta a la normalidad.
Cinco minutos de silencio absoluto, sólo se escuchaba el ruido de las gotas caer sobre nuestros paraguas, era el momento de rezar de dar gracias a Dios por el milagro ocurrido.


Y el día después del atentado, vuelta a la rutina. Fui a recoger mis apuntes a la biblioteca y realice el mismo recorrido que el día anterior había realizado 5 minutos antes de la explosión. Me sente en a misma mesa, en la cual había vivido la explosón , tomé lo mismo, page y me fui. La vida continua, y es la mejor forma de demostrar a los terroristas que no nos amedrentaran con sus crueles acciones.

¿ Por qué a nosotros?
Nos han atacado a nosotros, a los universitarios, aquellos que dentro de pocos años seremos el futuro de esta sociedad. Porque somos sus enemigos, somos los defensores de la paz y de la libertad, seremos influyentes para la sociedad dentro de unos años.
Seremos los medicos, farmaceuticos, empresarios, arquitectos, abogados y comunicadores a los cuales intentaros callar nuestras voces pero no lo consiguieron.